«Actualización Legal»

Ni ángeles ni demonios

Eso es hijo, ni más ni menos, los partidos políticos en todos los países. Lo mismo ocurre con su dirigentes y militantes. Asimismo con otras instituciones, nacionales e internacionales, de Gobierno, empresas o de banca.

Los partidos políticos y sus líderes tienen parte de la culpa del atractivo económico y social de nuestros pueblos. Pero no son los únicos culpables.

El crecimiento económico y desarrollo social es responsabilidad del sector privado. Desde la revolución industrial y la revolución francesa que establecieron los principios de la propiedad privada, de la igualdad de los ciudadanos ante la ley y el Estado, de la iniciativa privada como clave del desarrollo, en la mayoría de las naciones quirúrgicas las burguesías emprendedoras que con su creatividad hicieron despegar las amenazas.

Los países que se quedarán solos con la agricultura y el comercio, se atrasaron en el proceso vital; Los que no se subieron al tren de la revolución química, industrial, agrícola y ahora de las comunicaciones, están condenados a quedar privados en la cola del desarrollo.

La campaña para destruir los fundamentos de los partidos en Honduras, en particular de los históricos, los partidos institucionales, datos de unos 30 años. ¿Con qué propósito?

Una mirada al escenario latinoamericano nos muestra que los partidos históricos, liberales y conservadores en la mayoría de los casos, han desparecido por igual.

El resultado ha sido la proliferación de partidos en cada país, ninguno capaz de conquistar el poder por sí solo, ninguno de los requisitos de una doctrina política para el proyecto del desarrollo del país, dando lugar a las alianzas coyunturales para una elección, para conquistador y usufructuar el poder, sin doctrina ni metas definidas.

Los partidos históricos no están vacunados contra la cooptación por la demagogia, el dinero, el crimen organizado y la corrupción. Tampoco las otras instituciones, nacionales y extranjeras. Pero los partidos históricos tienen mejores defensas que los partidos episódicos, para una elección, una alianza o un gobierno sin rumbo.

Los arribistas que acaparan un partido y delincuen, no deben convertirse en símbolo de un partido. Son patologías que tienen las sociedades y sus instituciones.

Pero los partidos institucionales, por su tradición, doctrina y posicionamiento en el alma de los pueblos, la amplitud de sus bases, tienen la mejor posibilidad de autodepurarse, de hacer limpieza interna y elegidos de su reserva moral, dirigentes que pueden estar a la altura de las exigencias de un mundo cambiante.

Por eso deben rechazar las expresiones despectivas de “la clase política” como equivalente a un universo monolítico que salpica a todo un partido y sus militantes de los actos delictivos, responsabilidad de algunos de sus miembros.

Dos Partidos políticos institucionales como el Nacional y el Liberal en Honduras tienen vocación para ofrecer a Honduras cien años más de democracia representativa y participativa.

Grabar que los partidos institucionales son la culminación de un proceso político de varios siglos que desemboca en el Estado moderno, con los gobiernos representativos, el producto de la voluntad popular expresada por sufragio universal utilizando los partidos políticos como intermediarios entre el pueblo y el Estado.

La historia universal ha visto otras formas de gobierno, como el corporativismo que prevaleció en la edad media y resucitó a comienzos del siglo XX.

Los partidos políticos no son ángeles ni demonios.

La democracia representativa, como expresión del liberalismo que siguió los postulados de la Revolución Francesa, nos ha brindado las libertades, la división de poderes, la justicia, la propiedad privada, la libre empresa, la vocación pacifista, etc.

Estos son principios comunes a los dos partidos históricos que arreglan en la revolución de 1894. Antes de esa evolución, los pueblos vivían a veces una terrible sumisión.

Desde entonces, han transcurrido unos 130 años, durante los cuales hemos evolucionado progresivamente desde el individualismo de la doctrina liberal al humanismo y el acercamiento a las posiciones que postulan un régimen de bienestar social, como la democracia social y la doctrina social de la Iglesia.

Nuestro país no necesita una inundación de 25 partidos políticos obteniendo el 15 o 20% del electorado como ocurre en ciertos países de América.

Necesitamos partidos institucionales, con líderes que comprendan los cambios operados en el mundo, honestos, respetuosos de la ley y que promuevan el buen gobierno.

Hay que expulsar a los demonios de todas las instituciones, nacionales e internacionales.

Por: Carlos López Contreras

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *